domingo, 3 de febrero de 2019

Roma de Alfonso Cuarón

Advertencia: El presente escrito sólo muestra las opiniones más recurrentes que he escuchado durante el mes de enero. No pretende emitir comentarios especializados sobre el séptimo arte, pues quien está del otro lado de la pantalla, ni siquiera lo es.

En el área del séptimo arte, el presente mexicano está marcado por un tema recurrente: la película de Alfonso Cuarón, Roma. Desde las charlas de café, hasta los cursos a los que he asistido, el más reciente film de este cineasta mexicano ha sido eje central para discutir o comparar temáticas que, muchas veces, no resguardan relación alguna con el contenido del film, pero sirven para ejemplificar la idea de “éxito”. Sí, Alfonso Cuarón es el hombre del año en México, el símbolo de la frase “Querer es poder” y, claro que lo es. Pero entrando a lo trendy, Ikal también se sube a este tren y les ofrece su humilde comentario al respecto, bueno, el de una servidora.
            Particularmente los trabajos de Cuarón me han gustado mucho, unos más que otros. Entre mis favoritos están Sólo con tu pareja, la Princesita y Harry Potter y el prisionero de Azkabán. El caso de Roma es curioso. La película es buena, pues la fotografía y el diseño de producción te trasladan a la década de los setenta (la del halconazo) que el director recuerda. Por lo tanto, estamos ante un film que representa la añoranza del pasado de un director y no, ante una crítica social, económica y política de la época como algunos hubieran esperado.
Como parte de las historias que nos presenta Cuarón, indudablemente destaca la de Cleo. Una ayudante de casa proveniente de la región mixteca que se enfrenta a los avatares de la vida al quedar embarazada de Fermín (un amigo del novio de su compañera). El motivo del por qué Cleo y la actriz que la interpreta, Yalitza Aparicio, ha sido un hit, se debe al fenómeno que representa: una mujer soltera, con una fuerte tradición indígena, embarazada y con escasos recursos económicos que se enfoca a criar a infantes de una familia con un padre ausente (por decisión). Situaciones de vida que conmueven a la mayoría de los espectadores y, en especial, a quienes han vivido la experiencia o han conocido a alguien en las mismas condiciones.
Por ciertas charlas con gente de mi generación, sé que muchos piensan que a Cuarón le faltó mostrar la difícil situación de las amas de casa, de las mujeres de pueblo o incluso, de las esposas abandonadas, y es cierto. No obstante, dudo mucho que esa haya sido la intención de este mexicano. Por ende, el enfocarse a criticar las carencias de la película, para mí, es una pérdida de tiempo, pues considero más importante analizar el por qué Cuarón logró sensibilizar a la mayoría de la población mexicana y no, por ejemplo, otros films que abordan este tipo de temáticas.
Quizá en este punto, algunos consideren opiniones que ya he escuchado: “el éxito de Cuarón está dado porque a la Academia del Séptimo Arte le interesa poseer una imagen incluyente” o “Porque Cuarón es más gringo que mexicano y por eso le hacen tanto alboroto, ni que fuera tan buen director.” Tal vez, parte de estas opiniones sean ciertas, pero no hay que eliminar el mérito que merece el trabajo de Cuarón: mostrarnos una etapa de su vida, en el México de los setenta, uno convulsionado por diversos problemas en donde las mujeres y los niños también vivieron momentos complicados que forjaron su futuro.
Por Atana

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