Advertencia: El
presente escrito sólo muestra las opiniones más recurrentes que he escuchado
durante el mes de enero. No pretende emitir comentarios especializados sobre el
séptimo arte, pues quien está del otro lado de la pantalla, ni siquiera lo es.
En
el área del séptimo arte, el presente mexicano está marcado por un tema
recurrente: la película de Alfonso Cuarón, Roma. Desde las charlas de café,
hasta los cursos a los que he asistido, el más reciente film de este cineasta
mexicano ha sido eje central para discutir o comparar temáticas que, muchas
veces, no resguardan relación alguna con el contenido del film, pero sirven
para ejemplificar la idea de “éxito”. Sí, Alfonso Cuarón es el hombre del año
en México, el símbolo de la frase “Querer es poder” y, claro que lo es. Pero
entrando a lo trendy, Ikal también se sube a este tren y les ofrece su humilde
comentario al respecto, bueno, el de una servidora.
Particularmente los trabajos de
Cuarón me han gustado mucho, unos más que otros. Entre mis favoritos están Sólo
con tu pareja, la Princesita y Harry Potter y el prisionero de Azkabán. El caso
de Roma es curioso. La película es buena, pues la fotografía y el diseño de
producción te trasladan a la década de los setenta (la del halconazo) que el
director recuerda. Por lo tanto, estamos ante un film que representa la
añoranza del pasado de un director y no, ante una crítica social, económica y
política de la época como algunos hubieran esperado.
Como parte de las historias que nos
presenta Cuarón, indudablemente destaca la de Cleo. Una ayudante de casa
proveniente de la región mixteca que se enfrenta a los avatares de la vida al
quedar embarazada de Fermín (un amigo del novio de su compañera). El motivo del
por qué Cleo y la actriz que la interpreta, Yalitza Aparicio, ha sido un hit,
se debe al fenómeno que representa: una mujer soltera, con una fuerte tradición
indígena, embarazada y con escasos recursos económicos que se enfoca a criar a
infantes de una familia con un padre ausente (por decisión). Situaciones de
vida que conmueven a la mayoría de los espectadores y, en especial, a quienes
han vivido la experiencia o han conocido a alguien en las mismas condiciones.
Por ciertas charlas con gente de mi
generación, sé que muchos piensan que a Cuarón le faltó mostrar la difícil situación
de las amas de casa, de las mujeres de pueblo o incluso, de las esposas
abandonadas, y es cierto. No obstante, dudo mucho que esa haya sido la
intención de este mexicano. Por ende, el enfocarse a criticar las carencias de
la película, para mí, es una pérdida de tiempo, pues considero más importante
analizar el por qué Cuarón logró sensibilizar a la mayoría de la población
mexicana y no, por ejemplo, otros films que abordan este tipo de temáticas.
Quizá en este punto, algunos
consideren opiniones que ya he escuchado: “el éxito de Cuarón está dado porque
a la Academia del Séptimo Arte le interesa poseer una imagen incluyente” o “Porque
Cuarón es más gringo que mexicano y por eso le hacen tanto alboroto, ni que
fuera tan buen director.” Tal vez, parte de estas opiniones sean ciertas, pero no
hay que eliminar el mérito que merece el trabajo de Cuarón: mostrarnos una
etapa de su vida, en el México de los setenta, uno convulsionado por diversos
problemas en donde las mujeres y los niños también vivieron momentos
complicados que forjaron su futuro.
Por Atana